sábado, 7 de agosto de 2010

DEVASTATION. Capitulo 4-Parte 2

Capítulo 4

Hogar, amargo hogar.

Parte 2

La mortecina luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas parecía aún más intensa al encontrarse con la oscuridad casi absoluta de la habitación. En un rincón, Martin no era más que una vaga figura en la penumbra, inmóvil en completo silencio mientras los demás dábamos vueltas en nuestros colchones incapaces de conciliar el sueño. Aún cuando lo conseguíamos, no era por más de unos minutos antes de despertarnos sobresaltados por una angustiosa pesadilla.

Después de un largo rato intentando dormirme, luchando contra las espeluznantes imágenes que saturaban mi cabeza sin dejar un resquicio de paz y tranquilidad en mi mente, me di por vencido y acompañé a Martin en su guardia. La situación de vulnerabilidad e incertidumbre en la que nos encontrábamos me producía una intensa sensación de vértigo en la boca del estómago, hasta el punto de provocarme náuseas.

- Hola.- susurré, colocando con cuidado una silla junto a la suya.

- Hola.- musitó.

- Si quieres ve a descansar, yo te relevo.- le dije en voz baja.

- No has dormido nada, deberías descansar un poco.- de sus palabras se desprendió cierto tono paternal.

- Ya bueno, no me apetece mucho dormir.- resultaba un tanto patético intentar ocultar lo que era evidente, que estaba acojonado. ¿Tú no estás cansado?

- Estoy bien.- pronunció sin entonación alguna.

- Pff… todavía son las tres de la madrugada, esta noche se va a hacer muy larga.- eché un vistazo a mi reloj de pulsera y apreté el botón lateral que iluminaba la esfera con una parpadeante luz verdosa.- ¿Qué plan tienes pensado para cuando amanezca?

- Concentrémonos en pasar esta noche sin ningún contratiempo.- dijo prudentemente.- ¿Tu tienes algo en mente?

- Mi hermana, tengo que encontrarla. Debe estar sola en algún lugar ahí afuera, desorientada y quizás herida. Su coche no estaba muy lejos de aquí y no sé, tal vez llegase antes de que Bob y su familia huyeran y se fuera con ellos.- me costaba creer mis propias palabras.

- Estará bien, no te preocupes.- intentó reconfortarme.

- Si, es una chica muy fuerte, seguro que lo estará.- dije con ánimos brevemente renovados. No obstante, no pude evitar que me vinieran a la cabeza horribles situaciones en las que mi hermana podría encontrarse en ese mismo instante.- ¿Y tú, tienes hermanos?

- Shh…- de repente Martin creyó escuchar algo.

- ¿Qué ocurre?- dije susurrando aún mas bajo.

- ¿Lo oyes?- preguntó en alerta.

- ¿Qué?- no conseguía escuchar nada.

- Escucha.- dijo, intentando localizar la fuente del sonido desconocido.

- Mmm…- me incliné sobre la silla, intentando percibir algún sonido a parte del zumbido del silencio en mis oídos.- ¿Qué?

Martin se levantó de su asiento, y empuñando su ametralladora, se acercó a la ventana. Entonces un leve gemido procedente del exterior de la casa me disparó el pulso.

- ¡¿Qué es eso?!- podía notar como el corazón me daba tumbos dentro del pecho.

- Son ellos.- dijo apostado a un lado de la ventana, apartando levemente la cortina con el dedo índice, y espiando lo que pasaba en el exterior por una estrecha rendija.

Me situé al otro lado de la ventana y abrí levemente la blanca cortina de encaje para ver a lo que se refería.

- ¡Dios mío!- me tapé la boca para evitar alzar la voz al toparme con aquella terrorífica imagen.

La casa estaba cercada por docenas de infectados que, como fantasmagóricas siluetas bajo el lóbrego brillo de la luna, deambulaban lentamente por los alrededores, ignorantes aún de que nosotros nos encontrábamos allí atrincherados. Amparados por el refugio que el anonimato nos proporcionaba, observamos a aquellas cosas con el único objeto de asegurarnos de que no hicieran ningún movimiento inusual que significase que nos habían descubierto de alguna forma.

- Será mejor que nos preparemos. Aseguremos la puerta.- dijo Martin y se dirigió a la puerta.

Rowie se despertó mientras colocábamos la pesada cómoda contra la puerta y luego lo hicieron las chicas que estaban durmiendo juntas en la cama de matrimonio.

- ¿Qué ocurre?- preguntó sobresaltado.

- ¿Qué pasa?- dijeron las chicas al unísono con gran preocupación.

- Debemos fortificarnos.- dijo Martin.

- ¿Por qué? ¿Que ha pasado?- dijo Rowie y se levantó del colchón de un salto empezando a preocuparse de veras.

- Mira por la ventana…- mi cara delataba la seriedad de la situación.

- Oh Dios mío…- se llevó la mano a la boca en un gesto de incredulidad ante tal visión digna de la peor pesadilla.

Con la cómoda bloqueando la puerta, Martin volvió a la ventana, y tras parecer calcular la altura desde la ventana hasta el suelo, se acercó a la cama.

- Creo que valdrá.- se dijo a si mismo, examinando la envergadura de las sábanas.

- ¿Qué haces?- pregunté intrigado.

- Tenemos que hacer una soga con las sábanas, ya sabéis, atándolas entre si- nos explicó y sin más comenzó a desvestir la cama, arrancando las sábanas y la colcha de un tirón.- Si la cosa se pone fea podremos escapar por la ventana.

- Buena idea.- cada uno de nosotros aceptó su idea sin discutir.

- Primera regla si huyes de alguien o algo: Ten SIEMPRE una vía de escape alternativa.- comentaba mientras ataba las sábanas entre si y comprobaba la resistencia de los nudos.- Chicas, mirad si hay algo que nos pueda servir en el armario.

Stacie y Rosemary registraron el armario en medio de la penumbra en busca de algo útil. Además de algunas prendas de ropa colgadas en sus perchas, en principio no había nada que nos pudiera ayudar a combatir a las hordas de infectados que nos tenían acorralados. No obstante, en un gran cajón inferior encontraron un viejo bate de béisbol de madera y una pequeña linterna.

- Mirad, una linterna.- dijo Stacie y la encendió, apuntando con ella a Rowie en la cara.

- ¡Apágala! ¡Apágala!- Martin corrió desde el otro lado de la habitación y le arrebató la linterna de las manos. Luego se acercó a la ventana y echó un vistazo afuera.- ¡Joder!- exclamó entre dientes.- Vamos, ayudadme con la cama, pongámosla contra la puerta.

Me asomé a la ventana con una ligera idea de lo que había provocado tal reacción en Martin, y entonces vi que todos los infectados habían comenzado a correr en masa hacia la casa. En la negrura de la noche, el débil haz de luz de la linterna fue como un fatídico faro que los dirigió directamente hacia nosotros.

Un fuerte estruendo estalló en el piso de abajo, los infectados comenzaron a golpear los entablados de puertas y ventanas violentamente. Los tablones de madera reparados apresuradamente no tardaron en caer bajo el intenso ataque y los infectados entraron en estampida en el interior de la casa. Desde nuestro escondite podíamos escuchar atemorizados como volcaban mesas, sillas y sofás al entrar aparatosamente por las ventanas del salón y el comedor; como correteaban de un lado para el otro en la primera planta dando escalofriantes alaridos y gemidos; y el chirrío de la puerta mosquitera de la cocina al abrirse cada vez que salía uno a toda velocidad.

En un principio se mantuvieron en la primera planta, lo que nos hizo pensar que tal vez, sólo tal vez, si permanecíamos en completo silencio, podíamos pasar desapercibidos en aquella habitación al final del pasillo. Sin embargo, resoplábamos aliviados, pensando que nos habíamos tenido suerte y nos habíamos librado de un ataque muy posiblemente fatal, cuando el estrépito de un infectado corriendo escaleras arriba nos hizo estremecer. Todos excepto Martin, que se mantuvo expectante, con la oreja puesta en la puerta y la ametralladora junto a su pecho sin hacer ningún movimiento, únicamente aguardando al sonido de una sola copa tintineando.

Aquel infectado llegó a lo alto de las escaleras y se llevó por delante la hilera de copas de cristal sin tan siquiera percatarse de ello. Sólo entonces Martin abandonó su aparente pasividad y se colocó en posición de disparo frente a la puerta en actitud defensiva. El infectado se detuvo un segundo, titubeando sobre las copas hechas pedazos y entonces cargó brutalmente contra nuestra puerta. El impacto fue tan duro que el marco de la puerta se desclavó y la cómoda de veinte kilos y la cama de matrimonio con dosel, se desplazaron un palmo.

Rowie y yo corrimos a sujetar la puerta para evitar que el infectado se colara en el interior de la habitación mientras intentaba alcanzarnos con el brazo que había conseguido introducir. En su empeño por pasar la cabeza por la estrecha ranura, los clavos del marco desclavado le rasgaron profundamente la piel de la cara desde el ojo hasta la oreja. El tajo se dilató desde un extremo a otro y la piel pendió, cual sangriento colgajo, dejando entrever la estratificación de tejidos: piel, untuosa y amarillenta grasa, músculos ennegrecidos y huesos.

Varios infectados se le sumaron al otro lado de la puerta y cada vez era más duro sostener la puerta. Se intentaba abrir paso el infectado intentaba alcanzarnos, introduciendo el brazo y luego su cabeza parcialmente.

- Chicas, preparad la cuerda- dijo Martin a las chicas con tono calmo sin dejar de apuntar a la puerta.- Hemos perdido el factor sorpresa.

Stacie y Rosemary ataron la cuerda hecha con sábanas a la estufa bajo la ventana y la dejaron caer hasta llegar al suelo.

- Rowie, baja tu primero y cubre a las chicas mientras ellas bajan.- le ordenó

- Toma Rowie, tal vez la necesites.- me saque la pistola de la parte trasera del pantalón y se la ofrecí por la empuñadura.

Se agarró a la improvisada cuerda y, sin pensárselo dos veces, la descendió torpemente. Por otro lado, a las chicas el plan no les convencía tanto.

- No creo que pueda…- dijo Rosemary con lágrimas en los ojos.

- No hay tiempo Rosemary, debes hacerlo.- le pedí, soportando las acometidas de los infectados.

- No te preocupes, yo te ayudo a bajar.- Stacie se ofreció a ayudarla.

Con su ayuda Rosemary logró por fin descender la cuerda no sin dificultades, para después hacerlo Stacie. En contraposición, la puerta empezaba a mostrar pequeñas grietas que se incrementaban con cada carga de los enloquecidos infectados, además los tornillos de las bisagras se estaban desprendiendo del marco de la puerta bajo la fuerte presión que ejercían sobre ella.

- Charlie, voy a eliminar a los infectados que te están dando tanto trabajo. En cuanto puedas cierra la puerta, colocamos la cómoda y salimos echando leches. ¿OK?- me desembuchó el plan sin perder un solo segundo para tomar aire.

- Vale.- respondí sufriendo las embestidas, ya al límite de mis fuerzas.

Martin giró una pequeña palanca en el lateral de la ametralladora para ponerla en modo semiautomático con el que se dispara una bala por vez y sin titubear abatió con letal precisión a tres de los infectados al otro lado de la puerta. Primero, con un limpio disparo en la cabeza, eliminó al infectado que me impedía cerrar la puerta. Sus sesos salpicaron toda la puerta y la pared antes de desplomarse inerte en el parquet al otro lado de la puerta. A continuación, abatió a los otros dos, a uno de ellos con un solo disparo certero a través de la puerta. Increíble.

Cerramos la puerta y la atrancamos de nuevo con la cómoda. Con Martin cubriéndome mientras me descolgaba por la ventana, descendí con tanta prisa que me quemé la palma de las manos por la fricción con las sábanas tensadas. Detrás de mi, Martin esperaba a que yo llegara abajo para descender él cuando los infectados lograron derribar la puerta y entrar en la habitación. No tuvo más opción que la de colgarse de la precaria soga antes de que yo llegase al suelo. Entonces, como sospechábamos sobre la resistencia de las sábanas, no soportaron el peso de los dos y se rasgaron a la altura de la ventana. Martin cayó de espaldas al césped desde una altura de cinco metros, mientras que yo, que estaba a escasos dos metros del suelo, no tuve más inconvenientes en tomar tierra.

- ¡Martin!- cayó junto a mí con el desagradable sonido de la brusca exhalación al vaciársele violentamente los pulmones por el fuerte espaldarazo.- ¡Martin, Martin!, ¿me oyes?- mientras yacía tendido inmóvil en el suelo semiinconsciente, temíamos que se hubiese lesionado la espalda o algo peor aún.

Una vez recobró la conciencia, movió las extremidades y pudimos respirar aliviados al descartar cualquier lesión medular grave. Tras recuperar el aliento, lo incorporamos y Rowie y yo nos dispusimos a cargarlo a hombros.

- Puedo seguir solo. Estoy bien.- manifestó, rehusando ser llevado a cuestas.

- ¿Seguro que estás bien?- insistí, preocupado por la contundencia del golpe.

- Si, si… estoy bien. Sigamos, vamos.- dijo visiblemente dolorido, resintiéndose del costado izquierdo.

Nos dirigimos hacia el bosque detrás de la casa, atravesando el alto y denso herbaje que llevaba hasta sus límites. Perseguidos por varios infectados nos adentramos en el tenebroso bosque, la oscuridad era prácticamente absoluta, casi claustrofóbica. La tenue luz de la luna que conseguía atravesar las copas de los árboles y llegar al suelo, le confería una siniestra refulgencia perlada que apenas insinuaba los contornos engañosos de los árboles y los desniveles del terreno, los cuales destacaban como vacíos de luz en el suelo, semejantes a insaciables agujeros negros que se tragaban hasta el último fotón.

Guarecidos en las tinieblas bajo un pequeño terraplén, permanecíamos sin mover un solo músculo ni emitir ningún sonido. Esperábamos que aquellas cosas siguieran de largo o desistieran en su intento de darnos caza al habernos perdido de vista. Pero lejos de eludirlos, un jadeante infectado se detuvo en el vértice del montículo, ignorante de que, literalmente, nos tenia a sus pies. La hojarasca crepitaba a su paso mientras nosotros tratábamos de permanecer lo mas inmóviles posible, aguantando la respiración y soportando el correteo de repulsivos seres del suelo del bosque, que se nos introducían por los orificios de la ropa, terminando ya de situarnos en una pesadilla completamente tangible.

En lugar de retirarse o dispersarse en el bosque, los infectados seguían deambulando por la zona delante de nosotros sin alejarse demasiado y nosotros comenzábamos a sufrir pinchazos en los músculos por permanecer totalmente inmóviles durante tanto tiempo. Martin, impacientado tanto como los demás, echó mano de una rama seca y la lanzó lo mas lejos que pudo sin incorporarse. El palo rebotó en un árbol y calló al suelo cubierto de hojas secas. A continuación, el estrépito de los infectados, saliendo a la carrera hacia el lugar de proveniencia del ruido. En ese momento, aprovechamos para escabullirnos sigilosamente. Rectamos con cuidado hasta un lugar donde la vegetación se hacía más densa y entonces empezamos a correr con todas nuestras fuerzas, adentrándonos en el siniestro bosque sin tener la menor noción de adonde nos dirigíamos.

Corrimos y corrimos bosque adentro con el constante fantasma de los infectados acechándonos tras cada árbol y montículo, y con la incertidumbre del no saber lo que nos depararía la mañana siguiente. Mientras corría entre los árboles cubiertos de húmedo musgo, una sola pregunta rondaba mi cabeza y me producía un gran desasosiego: - ¿Qué nos traerá el nuevo amanecer…?

7 comentarios:

  1. Gracias, gracias, gracias y mil veces gracias.

    Nos tienes con el alma envilo.

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  2. Continúa, no lo dejes. Está muy bien.

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  3. En una palabra Cojonudo. ¡Esta de muerte!

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  4. Aguardo continuación, me esta encantando.

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  5. No soy de España y a veces me cuesta un poco el español, pero ¡esto esta chido!.

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  6. Mola el relato, pero ¿tiene continuación?.

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  7. Ya estoy con la continuación,en realidad llevo bastante tiempo, pero es que estoy trabajando en dos capítulos más a parte del próximo. Espero acabar con este capítulo en breve y los otros dos no tardarán mucho más tampoco. A quien aún siga el relato, siento la demora pero los estudios son los estudios pero no tardaran mucho los próximos capítulos. La historia continua, por supuesto que continúa. Un saludo y muchas gracias a todos por leer mi relato. Chao.

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