sábado, 26 de junio de 2010

DEVASTATION. Capitulo 4-Parte 1

Capítulo 4

Hogar, amargo hogar.

Parte 1

Los rayos del sol se escondían tras las nubes dispersas, proyectando un tapiz de oscuras sombras sobre los bosques y praderas, que semejaba las manchas de una descomunal piel de animal extendida sobre todo el territorio. Al volante, Rowie conversaba animadamente con Rosemary mientras Stacie, sentada junto a la ventanilla, observaba el vasto paisaje con un gesto de desagrado.

- ¿Y tú Stacie?- le preguntó Rowie al verla tan apartada de ellos, aún estando a escasos centímetros.

- ¿Qué?- dijo, fingiendo ignorar el tema de conversación.

- ¿De donde eres?, yo soy de Utah, de Tooele, la ciudad de las plantas rodadoras jajaja.- rió con la vista en la carretera y una - y Rosemary de Erie en Pennsylvania, ¿y tú Stacie, de que inhóspito lugar eres?- pregunto Rowie con tono burlón quitando los ojos de la carretera por un segundo.

- Phoenix...- respondió Stacie con sequedad.

- ¡Vaya Arizona, tengo amigos allí! ¿y cómo es que acabaste en Missouri?- preguntó Rowie de nuevo, obligando a Stacie a dar mas detalles sobre ella.

- Diferencia de opiniones.- volvió a responder sin mirarlo.

- ¿Diferencia de opiniones?- Rowie continuaba con el pulso entre ellos dos por traspasar la coraza bajo la que se escondía.

- Ellos pensaban que a un hijo se le educa mediante palizas y yo no.- respondió, dejando a todos en la cabina helados.

Un silencio absoluto pareció tragarse el aire en la cabina, dejando un vacío insalvable entre ellos. Incluso el ruidoso sonido del motor y los crujidos de la carrocería al toparse con un bache se volvieron inapreciables.

- Una vez, cuando yo tenía cinco años, mis tres hermanos mayores casi prenden fuego la casa de mis padres.- Rosemary interrumpió el incómodo silencio que se había instalado entre ellos.- Era Acción de Gracias y recreaban una pequeña función vestidos como indios y soldados en la entrada del garaje. La sábana que habían colgado con unos árboles y un sol pintados se levantó por la ligera brisa que soplaba y se posó suavemente sobre una pequeña hoguera que muy inteligentemente habían colocado junto a ella.- la historia de Rosemary empezó a captar la atención de Stacie y Rowie.

Mi padre corrió a apagar el fuego con un pequeño extintor que llevaba en el coche cuando un trozo de la sábana ardiendo salió volando hasta caer sobre el suelo húmedo cerca de una garrafa roja de gasolina. Imaginaos, la garrafa explotó en una bola de fuego enorme que casi alcanza a mi padre y que quemó el garaje y por poco la casa entera. Cuando la policía y los bomberos se fueron, mi padre se reunió en la cocina con mis hermanos. Lo único que sé es que no volvieron a ver la luz del día en meses jeje.- Rosemary se rió con su innata timidez, poniéndose la mano sobre la boca.

Una leve sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en el rostro de perfil de Stacie.

- Tantos chicos en una misma casa es peligroso, demasiada testosterona en ebullición.- agregó Rosemary con una intención maliciosa nunca antes vista en ella.

- Pues en mi casa éramos tres chicas y dos chicos, y nos traían de cabeza con sus cantantes guaperas y sus turnos interminables en el baño. Las chicas son peores que los chicos sin ninguna duda.- dijo Rowie, devolviendo el dardo envenenado a Rosemary.

- ¡Oye! ¡Eso no es cierto!-ella le golpeó con simulada rabia en el brazo.

Stacie se descubrió sonriendo con aquellos dos panolis flirteando de la forma más inocente, quizás sin que ellos mismos se dieran cuenta de que lo hacían. De lo que ella si se dio cuenta es de que por un momento había bajado la guardia y enseguida se apresuró a recuperar la compostura.

En la parte trasera de la pick up Ben estaba tumbado inconsciente. A ambos lados de él Martin permanecía en guardia, empuñando el fusil sobre el pecho con el dedo índice extendido sobre el gatillo, y yo mirando la línea de árboles de un lejano bosque con el único pensamiento en mi cabeza del paradero de mí hermana.

Miraba hipnotizado la larga y estrecha carretera extendida delante de nosotros, adormecido por el incesante zumbido del motor y el movimiento ondulante del coche sobre la irregular carretera.

- ¿Has servido en el ejército?- su atuendo militar y su gran destreza con el fusil apuntaban a ello.

- Sargento Martin Reyes del Cuerpo de Marines de Los Estados Unidos.- respondió como si cada palabra estuviera atada a la siguiente y formara parte de un honorable salmo repetido hasta la saciedad.

- ¿Has estado desplegado?- seguí tirando del hilo.

- La Guerra del Golfo.- dijo sin mirarme, comprobando los mecanismos de su ametralladora.

- Vaya, eres todo un veterano de guerra. Tu familia debe estar muy orgullosa.-

- Si… Lo estaban.- su tono de voz se desplomó.

Al pronunciar el verbo “estar” en pasado, una pesada roca con el letrero “IMBÉCIL” cayó sobre mi cabeza.

- Lo siento, no sabía que…- intenté enmendar mi torpeza.

- Tranquilo.- le restó importancia a mi colosal metedura de pata.

- ¿Qué les ocurrió…?- le pregunté sin pensarlo, y temí que con toda la razón me reprendiera duramente por mi irrespetuosa curiosidad.

- Estábamos durmiendo y mi hija gritó en su habitación. Un grupo de infectados había entrado por su ventana. Conseguí acabar con todos pero ya era demasiado tarde. Estaba en un rincón de la habitación, tumbada boca abajo en medio de un charco de sangre- las lágrimas resbalaban en tropel por la cara de Martin mientras luchaba por no romper a llorar.

De repente oí gritar a mi mujer. Cuando llegué a nuestra habitación un infectado estaba sobre ella en la cama intentando morderla. La había herido de gravedad en el cuello pero aun así ella seguía defendiéndose. Murió en mis brazos ahogada en su propia sangre. Entonces, aún no sabía que quienes son heridos por esas cosas vuelven a la vida poco después de morir. Así que, la tumbé en la cama y la cubrí con la sábana.- niega con la cabeza sin asumir todavía lo vivido aquella misma madrugada o quizás la anterior- Poco después se levantó…, sin más. Para entonces yo estaba en estado shock. Era demasiado para asimilar, un infectado le había desgarrado la mitad del cuello, se había desangrado sobre mis brazos y estaba allí…de pie.- vuelve a negar levemente con los ojos fijos en la nada.

Estaba allí, inmóvil junto a la cama de espaldas a mí. Entonces la llamé por su nombre y se giró hacía mi. En cuanto me vio, saltó sobre la cama y se me abalanzó antes de que me diera tiempo a reaccionar. Yo no entendía nada, intentaba morderme y yo no dejaba de repetirle que era lo que le pasaba, le decía “¡¿Cariño que te ocurre?!” pero no me escuchaba, ya no era ella.

Tuve que…- las palabras se le atascaron en la garganta y tragó, intentando deshacer el nudo que le impedía hablar.- la empujé sobre la cama y la apunté con mi pistola. Le murmuraba “no me obligues por favor cariño, no me obligues”, pero volvió a correr hacia mi y tuve que hacerlo, le disparé dos veces en el corazón.- bajo la cabeza y se quedó en silencio un momento.- Pero no…- niega con la cabeza- eso no la mató. Se volvió a incorporar y cargó de nuevo contra mí con la misma energía. Así que, levanté mi pistola y volví a dispararle. Pero esta vez le disparé en la cabeza. ¿Qué podía hacer?- rompió a llorar cubriéndose la cara con la mano sin emitir ningún sonido.

No sabía muy bien que se debe hacer en esas situaciones, por lo que preferí dejar que se desahogara y drenase toda la ponzoña que lo intoxicaba desde dentro. Me avergüenza decir que en aquel momento me pregunté que había pasado con su hija asesinada, ¿Se habría transformado en una de aquellas cosas? y de ser así, ¿como había reaccionado Martin? Por supuesto no me atreví a preguntárselo y desde entonces me odie a mi mismo por albergar semejantes pensamientos.

- ¿Y tú, tienes familia Charlie?- me preguntó ya repuesto tras rememorar el traumático suceso.

- Mi hermana Alex. Estaba trabajando en Kansas City cuando estalló toda esta locura. Por suerte logró escapar a tiempo y en este momento estará esperándome en casa.- dije con la intención de tranquilizarme a mi mismo y borrar de mi mente las malas sensaciones.

- ¡Mirad!- exclamó de repente Rowie, señalándonos el extraño objeto no identificado sobre la hierba más allá de la cuneta.

Un objeto rojo brillante resaltaba sobre el verde mate de la hierba a un kilómetro. A medida que nos acercábamos, aquel objeto se nos antojaba más familiar y a poco más de quinientos metros se hizo evidente que era un coche accidentado. Nos aproximamos lentamente a su altura, aminorando la velocidad sin detenernos del todo para ver si había alguien atrapado en su interior a quien pudiésemos ayudar. Hasta el momento, el grave estado en el que había quedado el vehiculo me había impedido darme cuenta de algo que mas tarde hizo que el corazón me diera un vuelco en el pecho.

Observando aquel coche deformado, a duras penas identificable como tal, lo reconstruí mentalmente, intentando averiguar la forma que tendría antes de sufrir el accidente, y el resultado, el vehiculo que surgía en mi cabeza de aquel amasijo, era un Mazda MX. Un maldito Mazda MX, mi hermana conducía un Mazda MX rojo fuego.

Aporreé el techo de la cabina para que Rowie se detuviera y salté de la camioneta movido por una voluntad ajena a mí.

- ¡! ALEEEX!! ¡! ALEEEX!!- gritaba con todas mis fuerzas mientras bajaba el terraplén hasta la explanada donde descansaba el coche amorfo.

Una pegatina en la que se leía “He sobrevivido a un rodaje con Billy Bob Thornton” en la parte trasera del maletero retorcido confirmó el peor de mis temores, efectivamente era el coche de Alex. Corrí a mirar en el interior, preparándome para lo peor. Pero lo único que había era los airbags deshinchados que se habían disparado en el accidente y que yacían desparramados como un par de vejigas blancas, escupidos desde el interior del volante y el salpicadero.

Me sentí aliviado al ver que mi hermana no estaba dentro del coche. No obstante, una vez más la sensación de habérseme escapado de entre los dedos me llenó de frustración. Ninguna pista de cómo había ocurrido ni de donde había podido ir, tal vez herida y desorientada. Solamente las marcas en el asfalto, atestiguando el momento en el que el coche se había descontrolado, y los esfuerzos de mi hermana en forma de zig zag por controlarlo, antes de salirse de la calzada y dar varias vueltas de campana.

De nuevo en marcha, rastreaba los alrededores esperando ver a mi hermana deambulando desorientada por los bosques o por la cuneta de la carretera. Entonces me fijé en que el pecho de Ben no se movía. Puse mi oreja sobre su boca y al ver que no respiraba, le busqué el pulso en la muñeca sin suerte. De inmediato me apresuré a realizarle el masaje cardio-pulmonar, pero tras más de cinco minutos realizándole compresiones sin éxito Martin me detuvo.

- Ya no hay nada que hacer. Ha muerto.- me dijo con tono calmado, poniéndome la mano sobre el hombro para reconfortarme.

El cuerpo de Ben estaba frío, su color era pálido y amarillento, completamente cadavérico. Había muerto mucho antes de que yo me diera cuenta de que había dejado de respirar. Finalmente había sucumbido a la infección, después de escasas horas de ser herido, lo que me pareció algo muy preocupante. La velocidad con la que actuaba esa enfermedad era apabullante.

Le echamos por encima una lona que había en la parte trasera de la camioneta y que habíamos utilizado para abrigarlo al subir en ella. De pronto, después de un minuto de haber confirmado su muerte, la lona verde comenzó a moverse y debajo de ella Ben se despertó.

- ¿B…BBe…Ben…?- balbuceé a punto de hacérmelo encima.

Se incorporó y la lona resbaló sobre su cara, descubriendo su rostro desencajado. Las escleróticas de sus ojos estaban repletas de vasos sanguíneos rotos y dilatados, lo que otorgaba a sus ojos una espeluznante apariencia casi amenazante. Sin previo aviso, se me abalanzó súbitamente, agarrándome con una fuerza inusitada mientras intentaba clavarme los dientes en el cuello. Martin actuó con rapidez, lo sujetó por detrás y lo apartó de mí mientras se retorcía, intentando morderle. Con un rápido gesto Martin le torció el cuello y lo desnucó con un desagradable sonido al fracturarle las vértebras cervicales. En una fracción de segundo el infectado convulsivo se convirtió en un cuerpo flácido e inerte.

Enterramos el cadáver en un bosque próximo y marcamos su tumba con una cruz hecha con dos ramas atadas, en la que grabamos su nombre y la fecha de su muerte. Ni siquiera pudimos poner su apellido ni su fecha de nacimiento. Tan solo un nombre y una fecha que posiblemente nadie descubriría y que quizás acabaría por olvidarse. La peor de las muertes, una avocada al olvido. Así pues, reunidos en torno al montículo de tierra removida en medio de aquel lúgubre bosque le presentamos nuestro respeto a los restos de Ben y proseguimos con nuestro viaje.

Finalmente llegamos a casa de Bob cuando serian alrededor de las ocho de la noche, el sol comenzaba su descenso hacia el horizonte anaranjado y el panorama con el que nos encontramos no era nada alentador. La puerta principal estaba abierta de par en par, desclavada de sus bisagras, y uno de los entablados de las ventanas estaba destrozado. Martin y yo nos preparamos para acceder al interior pistola en mano. Él entró primero con su rifle M4 y yo le seguí, cubriéndole las espaldas con mi Glock. Los rastros de sangre coagulada seguían en el parque del suelo, el empapelado floreado de las paredes y los cuadros familiares del pasillo que llevaba a la cocina. Claras señales de la irrupción de infectados en la casa y de la posibilidad de que aún se encontraran allí.

Yo seguí recto hacia la cocina y Martin subió las escaleras para registrar el piso de arriba. Había cartuchos disparados de escopeta desperdigados por el suelo de la cocina que conducían hasta la puerta del jardín trasero. Abrí la puerta mosquitera que chirrió al empujarla lentamente y salí afuera. Tampoco allí estaban Bob, Esther ni las niñas. Entonces vi que las puertas del establo estaban abiertas y fui a investigar.

Los caballos no se encontraban allí ni sus monturas tampoco, lo que descartaba que se hubieran escapado. Entonces lo comprendí todo. Los infectados habrían conseguido irrumpir en el interior de la casa pero conociendo a Bob, tendría un plan B, un plan de huida. Seguramente habría dejado los caballos preparados con provisiones y listos para salir pitando en cuanto se vieran obligados.

Volví al interior de la casa aliviado al saber que los Mcknight estaban a salvo.

- Todo despejado.- me informó Martin tras confirmar que la casa estaba limpia de infectados.

- Bien. Empieza a anochecer, creo que lo mejor seria pasar aquí la noche y decidir mañana lo que hacemos.- le sugerí a los demás colocados entorno a mí.

- Si, creo que es lo mejor.- dijo Rowie asintiendo con la cabeza.

- Si, yo también.- le siguió Rosemary.

- Debemos reparar los daños causados en las ventanas y puertas como podamos y asegurar las vías de acceso. Lo mejor seria que durmiéramos todos juntos en el piso de arriba e hiciéramos turnos para dormir- sugirió en base a su extensa experiencia militar.

- Si, hagámoslo.- la experiencia militar de Martin nos era muy útil en las cuestiones tácticas y estratégicas.

Recompusimos los entablados de las ventanas y volvimos a clavar las puertas en sus marcos, y con la última luz del día nos parapetamos en el piso de arriba para pasar la noche. Siguiendo los consejos de Martin, elegimos la habitación de matrimonio por contar con un par de características básicas que la hacían más defendible que las demás: estar al final de un estrecho pasillo y poseer una sólida puerta de roble macizo.

Mientras nosotros aviábamos el dormitorio colocando los colchones recolectados de las demás habitaciones en el suelo, Martin dispuso una hilera de copas de cristal en lo alto de las escaleras las cuales había cogido del mueble del comedor donde Esther guardaba la vajilla. Según él, nos serviría de aviso si algún infectado entrase en la casa y decidiera subir al segundo piso.

Cerramos las cortinas, atrancamos la puerta e intentamos conciliar el sueño, algo nada fácil con la constante amenaza de los infectados en nuestras cabezas. Martin colocó una gran cómoda entre la puerta y él, y se situó en un lado de la habitación desde el que tenia una visión directa de la puerta. Se sentó en una silla, ametralladora en mano, y se preparó para hacer el primer turno de la noche.

7 comentarios:

  1. Esto se esta poniendo calentito.... Gracias por seguir escribiendo.

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  2. Me sigue encantando tu historia.

    Ánimo.

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  3. Muchas gracias por sus comentarios. Siento no ser demasiado preriódico en el posteo de los capítulos pero además ahora el trabajo no me deja demasiado tiempo para escribir. De todas formas les digo que la siguiente parte esta en marcha, no desfallezcan. Muchas gracias una vez más y hasta pronto. Un fuerte saludo.

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  4. Lo único que se te puede reprochar es que nos tienes en ascuas entre capítulo y capítulo.

    Esta cojonudo tu relato.

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  5. Acabo de descubrir tu relato y me lo he fundido en un momento, es la caña.

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  6. ¿Esto continua en algún sitio o algo?

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  7. Mañana mando la siguiente parte del relato. Un saludo, y gracias por su paciencia.

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